Comentario
La catedral de la Dormición se hallaba en un estado muy precario en 1470, por lo que el zar decidió construir un nuevo edificio. Se contrató a un arquitecto local, pero en 1474, cuando la nueva iglesia estaba casi terminada, se derrumbó de repente. Fue necesario llamar al renombrado arquitecto e ingeniero boloñés Aristotele Fioravanti.
Fioravanti fue a Vladimir a estudiar la venerable catedral y tras cuatro años de trabajos, la obra fue concluida: con tres naves y cinco ábsides, coronada por cinco cúpulas, se convirtió en la mayor catedral de la época. Fioravanti aceptó pues las formas básicas y las sometió a un sistema regular de proporciones. Todos los entrepaños interiores se hicieron cuadrados e iguales, entanto que el primitivo central continuó siendo el más grande. Se dio a los pilares de la nave una sección circular, en vez de cruciforme; se dio la misma anchura a las divisiones exteriores de las fachadas, y la misma altura; se redujo al mínimo el resalte de los tres ábsides para conseguir un efecto plano; y la arquitectura cegada se integró en la serie infinita de ventanas. De esta manera fue capaz Fioravanti de fundir las formas de la arquitectura medieval rusa con las del palazzo italiano, alejándose, una vez más, de las propuestas bizantinas en este terreno.
Señalemos para terminar que los rusos reaccionaron ante el innegable atractivo de la arquitectura renacentista con la vuelta a la tradición; a un estilo de espiras y tejados piramidales, inspirado en los edificios de madera y cuyo ejemplo más famoso es la catedral del beato Basilio -1555/60- en la plaza roja.
La catedral tenía que estar formada por ocho iglesias distintas que habían de simbolizar los ocho días decisivos de la conquista de kazán por parte de Iván el Terrible. Barma y Yakolev, arquitectos de la obra, agruparon el complejo proyecto en torno a una novena iglesia que culmina en una estructura piramidal y alternado con cuatro iglesias principales, otras cuatro de menor altura, todas coronadas por cúpulas y unidas por una lonja, entonces abierta.
En 1588 se añadió la capilla del beato que desde entonces ha dado nombre al conjunto, mientras se iba enriqueciendo con decoraciones polícromas de barro esmaltado y cerámica; recubrieron cúpulas y tambores y consiguieron darle el aspecto tan pintoresco con el que la conocemos hoy. Y cuando se cansaron de este modelo, volvieron a la fórmula tradicional de cinco cúpulas que continuó repitiéndose hasta el advenimiento del barroco y el neoclásico europeo.
Fue así como las artes del Imperio bizantino se asentaron sobre un amplio territorio que se extendió desde el Báltico al mar Negro y desde allí hasta el Adriático, acompañando la influencia creciente de la Iglesia en los países eslavos hasta convertirse en el arte de la ortodoxia.